El viernes pasado cerraron las negociaciones entre el movimiento indígena y campesino con el gobierno. Y parecería que nada ha pasado. O al menos que lo logrado no inquieta a nadie o a nadie beneficia. No se ve por ningún lado lo positivo de esta negociación, tan larga, silenciosa, de espaldas a la sociedad y con la única ventaja de que Guillermo Lasso fue el gran ausente, porque de estar presente, quizá habría sido peor.
Cuesta decirlo, pero tras 18 días de movilización, con un alto costo de vidas humanas y de recursos, rebajar 15 centavos en los precios de los combustibles no parece una gran victoria. Todo lo contrario.
Incluso, los actores principales de esos supuestos “diálogos con resultados” no coinciden en sus relatos. Los unos dicen que fueron 218 acuerdos, los otros que solo 199. Y si así fuese por qué ambos bandos no explican a cabalidad el beneficio para toda la sociedad.
Ahora se habla de la focalización de los subsidios y desde ya el gobierno de Lasso se jacta de tener una fórmula maravillosa, que a primera vista luce inaplicable y también con ciertas ventajas para ciertos sectores, privilegios que no se compadecen. ¿Por qué les va a vender más barato las gasolinas al cuerpo diplomático, a las ONG, por ejemplo?
Todo indica que Lasso recibió asesoría técnica de los marcianos o de las ONG que financian a los portales oficialistas y generadores de fake news.
Más allá de eso, queda claro que el objetivo fundamental de Lasso con los diálogos era quemar tiempo, ganar oxígeno político y sacarse de encima una espina. La Conaie, por su parte, dividida como está, perdió todo prestigio político y margen de maniobra para asumir la representación de los sectores populares. Es verdad, que la violencia estatal y la persecución política puede inmovilizar y generar miedo, pero los dirigentes indígenas asumieron esa representación y se quedaron en una agenda de demandas de diez puntos, como si con eso se resolvieran los problemas más agudos de nuestro país.
Lastimosamente, con todo el aparato estatal y la mafia mediática de su lado, Lasso ganó esta batalla y la cosecha como si fuese un demócrata. Mientras tanto, el resto del país, el que todos los días afronta la inseguridad y la peor crisis económica, sigue sometido a la incertidumbre, al desasosiego, al miedo y a la desesperanza.
Es más, finalmente, parecería que los políticos, en general, los más activos, están más preocupados de las elecciones de febrero, que la cruda realidad de millones de ecuatorianos y ecuatorianas. Eso, para mal, se traduce que el inquilino de Carondelet pueda hacer lo que le venga en gana, multiplicar como el peor alumno de matemáticas, desconocer la geografía del país y hasta palanquear a sus seguidores en entidades públicas como si fuese el dueño del Estado. En otras palabras, gobernar sin fiscalización y en impunidad con los casos de corrupción de sus asesores y también sometido a una fuerza policial misógina y represiva de la peor calaña. PUNTO

Fuente: Radio Pichincha, EcuaPost.